Otro que se nos va, seguramente no será el último: se oye que Ignacio
Astarloa lo anunciará en breve. Y veremos lo que aguanta
Manuel Pizarro.
En la transición la totalidad de la derecha abulense estaba en manos de la UCD –
Adolfo Suarez era natural de
Cebreros– y la AP de
Manuel Fraga tuvo que echar mano de jóvenes y de paracaidistas. Esto permitió que un joven
Angel Acebes con 29 años fuese portavoz de AP en el ayuntamiento de Avila y que un madrileño –
José María Aznar–, rechazado en Soria, obtuviese su acta de diputado en las elecciones de 1982. De esa época proviene la relación de total obediencia de
Acebes hacia
Aznar que le ha supuesto al primero asumir, sin protesta alguna, todo encargo que le propusiese el segundo.
Acebes ha sido también senador, incluyendo la portavocía del PP en 1995. Ha sido diputado por Ávila desde 1996, llegando a obtener el 60% de los votos en las elecciones del 2004 y del 2008.
Aznar le dejo fuera de su primer gobierno y le encargó mantener al partido en funcionamiento, con la invención del cargo de coordinador general, mientras
Álvarez Cascos –que seguía siendo secretario general– se centraba más en el gobierno como vicepresidente. En la segunda legislatura
Aznar le nombra Ministro de Justicia –previo paso por Administraciones Públicas en los meses anteriores a las elecciones– y en 2002 le regala el caramelo del Ministerio del Interior. En ese momento era un caramelo, con una política clara contra ETA –creada por
Mayor Oreja–, un ministerio que daba mucho prestigio, con el apoyo del PSOE –aunque por detrás estaba traicionando el pacto antiterrorista y negociando con ETA a través de
Eguiguren– y que daría la vicepresidencia a
Acebes en el gobierno que formaría
Rajoy al ganar –tal y como se preveía– las elecciones del 2004. Pero el caramelo resultó estar envenenado. El 11–M sufrimos el mayor atentado en la historia de Europa y el Ministro de Interior no está a la altura. Es traicionado por la cúpula policial, que no ha sido purgada desde los GAL y no lo denuncia –primer error–, se pasa cuatro días rebatiendo las manipulaciones, con información falseada por esa misma cúpula policial, de la SER –segundo error– y por último, no es consciente –no es el único– que los datos que le están pasado sobre al autoría de ETA son también falsos, aunque le vengan bien, y que solo sirven para desprestigiar más al gobierno –tercer error–.
Tras la derrota electoral del 2004, políticamente y personalmente agotado decide retirarse, pero
Mariano Rajoy le pide que siga siendo su segundo. Era la persona que mejor conocía el funcionamiento interno del PP. Acepta, esperando poder resarcirse de las heridas, pero los beneficiados políticos del atentado del 11–M inician una campaña de acoso y derribo al hombre que aún perdura. Junto a
Zaplana, con el que ni políticamente, ni personalmente tiene nada en común, se convierten ambos, para la trituradora zapaterina, en el tándem a derribar por ser los únicos en no rendirse al nuevo poder.
En estos últimos cuatro años, con un
Aznar desaparecido y con un
Rajoy que nunca decidía,
Acebes ha tomado, quizás por primera vez, sus propias decisiones. Algunas de forma acertada, como enfrentarse a las políticas del gobierno que no creía acertadas aunque eso le granjease la enemistad de todos los partidos políticos y como apoyar incondicionalmente a las víctimas del terrorismo en su lucha contra la rendición ante ETA, sumando al PP a las manifestaciones. No sé que pasará en el futuro, cuando en las mismas circunstancias, las víctimas decidan volver a salir a la calle. Y equivocándose en otras decisiones como no dando la batalla para conocer totalmente lo ocurrido en el 11–M aunque le hubiese costado su futuro político. Al final se ha tenido que ir y los que le engañaron ahí siguen, y aún seguimos sin saber que pasó. De todas las maneras, todo militante del PP se siente un poco huérfano porque se va una persona buena, querida y respetada; que ha sabido mantener unido al PP en estos aciagos años. La persona que le sustituya será medida por ese rasero.
Nota anecdótica: estaba departiendo, en un acto del partido en Valladolid, con mi buen amigo
Alberto Pindado, por aquel entonces solamente presidente provincial de NN.GG. de Ávila, cuando se nos acercó
Angel Acebes, a saludarle a él, claro. De esa breve conversación me llevé la impresión de que era una personal muy “normal”. La siguiente vez que le vi de cerca fue en el funeral de
Pindado, donde me llamó la atención lo afectado que estaba en contraste con otros que solo iban a cumplir con la obligación de asistir al funeral de un senador.