El pregón
Luciendo la mejor camiseta –la negra de “El palentino”– de los “Niquis del páramo” de mi paisano Ricardo Castrillejo, salió con diez minutos de retraso –como mandan los cánones–, Oscar Castellanos, al balcón del ayuntamiento para pregonarnos los sanantolines. Previamente tuvimos que aguantar el tostón, insulso e incompresible de Fanni Pelopaja. ¡Que la hagan pregonera de una vez, para que deje de serlo todos los años!
Bien se nota que Oscar no es de bajar a la cripta de la catedral el día de San Antolín, es más de la popular feria y de la, no menos popular, jarana alcoholera. Tal y como nos contó en el, seguramente, mejor pregón de fiestas que hemos oído por estos lares. Lástima que se le encogiese el codo al hablar del Marrano y prefiriese citarlo por su denominación fiscal. Hizo unas gracias con el programa de fiestas y remató la faena con un par de imitaciones. Si llega a imitar a la duquesa de Alba, el alcalde se tira del balcón, fijo.
Quiero aprovechar la ocasión para recomendar a Ana Rosa García, que para el año que viene haga la imposición de las cintas a las peñas antes del pregón. Es algo de las peñas para las peñas y que solo les gusta a las peñas, haciéndolo antes estarán solas las peñas, ellas más cómodas y los demás más tranquilos.
Ahora voy a comentar el hecho político que vimos ayer en la Plaza Mayor, verdadero leitmotiv de esta entrada, la pitada al alcalde. Durante el discurso de Alfonso Polanco y cada vez que se le nombraba, un sector de los allí congregados le pitaban y abucheaban. Un sector no pequeño, pero no era su tamaño lo más significativo sino que no estaba compuesto exclusivamente por jóvenes, normalmente más llamados a la protesta sonora. No olvidemos que a Gallego no le abuchearon de igual forma hasta los últimos años de su mandato. Espero que esto sirva para que se tome nota, especialmente por aquellos que creen que Polanco es un tío que cae bien de una forma generalizada a los palentinos.
Coda: Cuando los socialistas nos gastaban 600.000 euros en las fiestas no escuchábamos pregones tan buenos. Tampoco lo hubiésemos tenido así, si el pregonero hubiese sido mi medio pariente, el duque consorte.