En busca de la hogaza perdida
Nos creíamos los amos del mundo, del mundo socialista. Del cada vez más pequeño mundo socialista español pero del mundo donde vivimos, pacemos y nos procreamos, de nuestro mundo al fin y al cabo. Pero llegó la nini Susana Díaz y decidió que el nini Pedro Sánchez fuese el rey de este mundo nuestro, en vez del nini Eduardo Madina. Entonces nuestro mundo se redujo algo más, ya no éramos los amos del PSOE pero seguíamos siendo los amos del PSCyL,… hasta que llegó Luis Tudanca y de ahí también nos echaron. Menos mal que aún nos queda el PSOE palentino, este sí que le tenemos bien amarrado, así aquí –aunque seamos cuatro gatos– duraremos una temporada. Esta es la historia de cómo me he buscado la vida para seguir manteniendo mi mamandurria política.
Yo, en mi vida profesional, en mi vida política, en mi vida dentro del PSOE –que, en mi caso, es todo lo mismo– siempre he actuado igual, de la mano de Julio Villarrubia, medrar dentro del aparato del partido y hacía arriba. Pero hace cien días hicieron primarias para elegir al secretario general en vez poner a Eduardo Medina desde el aparato como se ha hecho siempre. Con este invento le dieron todo el poder a Susana Díaz, esta votó en contra y en consecuencia a mí se me acabó el chollito del Senado.
No nos había recuperado del susto, cuando Oscar López revienta el partido en Castilla y León y obliga a Julio Villarrubia a presentarse a unas primarias para mantener el poder regional. Reconozcámoslo, a Julio se le da mejor imponer sus tesis en los despachos que en los auditorios. Así que, otra vez, las malditas primarias nos volvieron a echar del mamandurrio. No os hacéis ni idea de lo duro que ha sido esto. Julio López, que ahora tiene el doble de gastos, se ha quedado con la mitad de ingresos. Jesús Guerrero tendrá que volver a presentarse al ayuntamiento de Aguilar de Campoo para, con suerte, volver a la diputación. Julio Villarrubia a lo más que puede aspirar es a seguir de diputado raso en Madrid. Y yo, a mis casi cuarenta años, me veía en la calle sin oficio, ni beneficio.
Así que, asesorada por Julio –ay, Julio que habría sido de mí sin tu padrinazgo–, decidí quedarme con la candidatura al ayuntamiento de Palencia, pero cuando se lo comuniqué a Heliodoro Gallego este se negó a dejarlo por las buenas. Menos mal que, otra vez, Julio me lo solucionó. Filtró a la prensa que iba ser yo la candidata al ayuntamiento, obligando a Gallego a tentarse las ropas y cuando comprobó que vestía mortaja se quitó de en medio. En la despida no dejó de decir sus bobaditas pero se marchó que es lo importante. Lo mejor de todo es que me ha dicho Julio que mientras no gane las municipales, no es necesario que fije mi residencia en Palencia. Menos mal, porque cuando vives a caballo entre Madrid y Gijón, Palencia solo es zona de paso.
Nota del autor: Todo lo que habéis leído es fruto de mi imaginación, cualquier parecido con la realidad es síntoma de que conozco demasiado al personaje.